Una casa de Paz
Es la 1:00 P.M. y hemos tomado la carretera a Los Planes de Renderos, es el kilómetro 5 y al lado izquierdo hay una estrecha cuesta que obliga a ingresar dando una media vuelta. Subimos, un giro a la derecha, otro a la izquierda hasta llegar a una pequeña planicie que hace las veces de cochera, arriba hay una terraza cuyo lenguaje evoca a los voladizos de la Casa de La Cascada (Wright, 1937), abajo, hay un espacio para estacionarse y a un lado una escalera que nos indica por donde ingresar. Al juzgar por el lugar y el lenguaje, nos ubicamos rápidamente en el modernismo salvadoreño, sin embargo no es típico que los accesos a las residencias de esta arquitectura estén en la fachada posterior. Más tarde comprendimos el porqué.
La intención de ocupar el almuerzo para visitar este lugar, fue conocer la casa que por años fuese la residencia familiar de Jaime Paz Larín (1935 – 1995) uno de los arquitectos salvadoreños más representativos del modernismo arquitectónico local y autor de esta casa, gracias a Jaime Paz Oriani, su hijo, fue posible redescubrirla antes de que pase a manos de sus nuevos propietarios en aproximadamente un mes. Al subir las escaleras nos encontramos con un pequeño corredor y un jardín que nos ubicó en el prominente acceso principal, frente a él puede apreciarse un corte de terreno que explica como esta casa está emplazada sobre una pronunciada ladera, de esas comunes en los alrededores de la carretera a Los Planes de Renderos.
La Casa Paz se puede leer con facilidad, es una residencia de proporciones justas dispuesta en forma radial, desde el acceso se distribuyen las tres zonas fundamentales que la componen, de izquierda a derecha: servicio, social y privada (ver vista aérea en fotografía intervenida). Según Paz Oriani, la casa fue construida en 1970 y sorpresivamente nos encontramos con varios conceptos arquitectónicos alejados de la tipología residencial de la época: una cocina abierta hacia el comedor, perfectamente visible desde todos los espacios de la zona social: comedor y salas, en tanto que la zona privada, que contiene los dormitorios, mantiene un diálogo con estos espacios sin caer en la indiscreción; pero lo más impresionante son los cierres metálicos en acordeón ubicados hacia el norte, los cuales al abrirse permiten una vista privilegiada a la ciudad y el volcán de San Salvador desde todos los espacios comunitarios, aquí encontramos el porqué de la ubicación del acceso principal. Es evidente la transparencia con la que Jaime Paz concibió la vida familiar al disponer los espacios en una continua apertura del interior hacia el exterior.
La volumetría y los materiales responden directamente al concepto planteado. Dos cuerpos a dos aguas, que rematan en ángulo, cubren las zonas de servicio y privada ubicadas en los extremos, en el centro tres pequeños cuerpos a dos aguas cubren la zona social, todos dispuestos alrededor del acceso principal, como si se tratara de los pétalos de una flor; la estructura de techo está oculta con un cielo de madera que mantiene las formas y pendientes de la cubierta, haciendo que el volumen externo sea parte de la experiencia sensorial interior, las paredes son construidas con bloque de concreto expuesto y sisado, pequeños revestimientos en baldosa del mismo material resuelven las imperfecciones que, aun en la actualidad, tiene esta tecnología y el piso artesanal de losetas de cemento se encarga de brindar texturas; curiosamente, pese a que en 1970 la industria del aluminio y vidrio estaba en pleno apogeo en El Salvador, las ventanas fueron fabricadas en hierro exclusivamente para la casa, la solución es un sistema de acordeón similar al cerramiento norte, lo que hace que gran parte del lenguaje arquitectónico sea complementado con estos elementos. Existen detalles, vanguardistas para el momento, que delatan el carácter experimental de la Casa Paz como las luminarias del comedor, el mostrador para el lavamanos del baño principal, el respaldo de cama del dormitorio principal, el mueble aéreo sobre la barra de la cocina, el tragaluz del acceso principal, mesas, estantes y otros tantos que Paz Oriani manifiesta no saber de su paradero.
Hoy, que se celebra el Día Nacional por La Paz, La Vida y La Justicia (Asamblea Legislativa, D.L. No. 952), Jaime Paz Larín estaría cumpliendo 80 años y el carácter experimental de la Casa Paz, representa fundamentalmente tres aspectos: por un lado, la concepción transparente de la vida familiar traducida en la continuidad espacial, tanto entre los espacios interiores como en la relación de estos con el paisaje natural; por otro lado los ensayos tecnológicos al utilizar materiales y sistemas artesanales e industriales en la resolución de una volumetría que puede considerarse vanguardista para 1970, aunque algunos de estos ensayos no lograron solventarse completamente, manifiestan una aspiración hacia las posibilidades creativas locales; y finalmente la valoración del tratamiento interior como parte inherente a la arquitectura, a través del mobiliario, luminarias, el manejo de materiales expuestos y de tragaluces. Sin duda una «casa de paz» a la cual se le debe en parte el lenguaje y conceptos que hoy en día se manejan cotidianamente en la arquitectura de El Salvador.
Agradecimientos especiales a Jaime Paz Oriani por permitirnos el privilegio de registrar esta ejemplar expresión de arquitectura.
— Posted on marzo 26, 2015 at 12:00 pm by Rafael Tobar
— arquitectura, interiorismo, modernismo
Lissethe River.
marzo 27, 2019 at 6:03 pm
Realmente una obra de arte en la arquitectura. Es increíble cómo en nuestro País, tenemos talento. Solo admiremos y trasladémonos a cuándo se diseñó y se construyó esta hermosa y contemporánea residencia, diseñada por una mente salvadoreña.
Editorial ESTUDIO VIDA
marzo 27, 2019 at 11:58 pm
Nos da gusto tu comentario Lissethe. Esta es una obra maravillosa y de talento salvadoreño, así que no hay nada que envidiar a otros países en cuanto a arquitectura. Un abrazo.
Lorena Guerra
marzo 29, 2016 at 9:31 pm
Existen genios en nuestro país!!!!!