La tierra: de dios a propiedad
Antes de la llegada de los españoles al entonces llamado Señorío de Cuzcatlán, el territorio, que en ese entonces se administraba bajo un régimen monárquico, se subdividía en cacicazgos, lo más importantes: Cuzcatlán, Izalco, Cojutepeque y Nonualco. El territorio cuzcatleco estaba ocupado por lo que actualmente ocupan las zonas occidental y central, excepto Chalatenango y Cabañas y su economía se movía en su mayoría mediante la producción agrícola, la caza y la pesca; fueron los plebeyos los que se encargaron de dicha producción mientras que los comerciantes se encargaban de distribuirla, el gobierno monárquico era dirigido por los nobles que también incluían a los sacerdotes. La cultura estaba fundamentada en torno a la producción alimentaria, la cual era posible gracias a los cíclicos fenómenos naturales como la tierra, la lluvia, el sol, el aire, entre otros; lo cual motivaba a los plebeyos a adorar y agradecer a estos fenómenos por ayudarles a vivir siendo los sacerdotes los que canalizaban la adoración junto a los gobernantes que controlaban el territorio.
La tierra era entonces el hogar que nos recibía y que nos permitía producir alimentos, que al transformarla nos permitía resguardarnos a través de nuevos espacios creados a partir de una nueva disposición de materiales, pero la tierra era de todos, como la lluvia, el sol y el aire y por lo tanto la debíamos de cuidar y adorar para poderla compartir, como la lluvia, el sol y el aire. La historiografía denomina a este hecho como tierra comunal, es decir, una cultura de uso comunitario del suelo y sus materiales.
Al hablar de tierra comunal, es decir uso comunitario del suelo, puede compararse con lo que en la actualidad se conoce como propiedad pública. Aunque no son hechos equiparables ya que la tierra comunal desconoce del concepto de propiedad privada, el uso de la propiedad pública es (o debería de ser) similar pero sin la posibilidad de su explotación para fines privados, como sí podría decirse que ocurría en la época precolombina. Es posible que resulte difícil comprender esta cultura en torno al uso de la tierra, ya que en la actualidad nuestra sociedad se apropia del espacio de manera privada, sin embargo es preciso comprender que para los indígenas no existe este concepto sino que la tierra forma parte de los fenómenos naturales (dioses si se prefiere llamar así) a los cuales se les agradecía la posibilidad de vivir, como la lluvia el sol y el aire.
El ser humano, a medida que se ha desarrollado, ha intentado conquistar (apropiarse) del espacio natural y en la medida en que la ciencia se lo ha posibilitado, ha avanzado apropiándose de la tierra y en alguna medida también la lluvia y el aire. El sol aun parece imposible, sin embargo hay aspectos en la cultura precolombina que merecen especial atención en cuanto a beneficios comunitarios que pueden tenerse hoy, el uso público del espacio debería estar inmerso en la cultura salvadoreña como parte del devenir de su sociedad, siendo esta la que se apropie del espacio público para desarrollar sus mejores expresiones, el individualismo político y la falta de visión colectiva han minado la convivencia social de manera tal que no existe un esfuerzo sistemático por crear verdaderos espacios públicos y por desgracia son muy pocos los esfuerzos individuales por hacer buen uso de los pocos que tenemos.
— Posted on enero 31, 2015 at 7:12 pm by Rafael Tobar
— Ciudad, Espacio público, urbanismo
Susy Castañeda
enero 9, 2016 at 1:57 pm
Agregarle a eso que mucha de esa propiedad pública ha sido invadido por el mismo ser humano, apropiándose muchas veces de manera indebida, con el agravante que hoy en día la delincuencia ha hecho que también se tomen vías para hacerlas privadas.