La ciudad avergonzada (*)
Según la Alcaldía Municipal de San Salvador, esta fue fundada en 1546 con una Plaza Mayor (actual Plaza Libertad) y alrededor la Iglesia Parroquial, las Casas Consistoriales, la estafeta de correos y las cárceles públicas, y como uso comercial se edificaron amplios portales. En el contexto colonial, la arquitectura coloca la parroquia como el edificio más emblemático, en consonancia con el poder religioso, y los portales como un espacio de articulación en donde se realizarían actividades de intercambio comercial, pero sobre todo de convivencia social.
Luego de la independencia, el Estado salvadoreño descubriría las cualidades geopolíticas que darían al nuevo país una situación preferencial en la región y por consiguiente debía expresar su poder como cualquier ciudad importante del mundo, así el Estado sería el principal promotor de una arquitectura republicana que expresaría el poder del Estado a través de edificios como el Palacio Nacional, el Palacio Municipal (hoy extinto), el Teatro Nacional, el “Castillo” de la Policía, entre otros. En la misma línea, aunque menos importante a nivel sociopolítico, surgen templos como Nuestra Señora de Candelaria, Sagrado Corazón y la última versión de El Calvario. San Salvador adquirió un lenguaje historicista como expresión de la institucionalidad. A partir de 1950 con el advenimiento de la nueva Constitución, se coloca al Estado como promotor de desarrollo y por consiguiente se convertiría en el principal promotor de arquitectura a través de nuevas instituciones como la Dirección de Urbanismo y Arquitectura (DUA) y el Instituto de Vivienda Urbana (IVU). Muchas obras emblemáticas de la modernidad se encuentran en pie aún, como el Edificio 129 (antiguo Banco Salvadoreño) (De Sola, 1948), pero es más destacable la actual Iglesia del Rosario (Martínez, 1971) en la que se expresa la mayor ruptura del patrón basilical de la iglesia colonial.
El Estado no logró, a fondo, los ideales de la Constitución de 1950 y siempre hubo intereses de opresión contra los más desprotegidos, esto desembocó en una guerra civil que por doce años provocó una desatención a la ciudad. Existen al menos tres fenómenos durante los 80 que posiblemente influenciaron la actual visión de la ciudad que tiene nuestra sociedad:
- El fenómeno migratorio rural-urbano, producto de la guerra civil que desarrolló los conflictos más bélicos en el campo.
- La disposición municipal de 1985 (Morales Erlich) de peatonalizar las calles permitiendo la ocupación privada del espacio público, de manera formal.
- El terremoto de 1986 que destruyó un buen número de edificios pertenecientes a la arquitectura de los periodos colonial, republicano y moderno.
Las actividades comerciales del Centro siempre han continuado, pero desde la guerra no han habido grandes montos de inversión, luego de la firma de los Acuerdos de Paz en 1992, la política del Neoliberalismo del gobierno en funciones, desencadenó una serie de acciones que llevaron a un Estado menos promotor y con esto las inversiones privadas serían las responsables de la nueva arquitectura llamada Contemporánea, que se extiende hasta la actualidad. El Centro cuenta con la infraestructura pero nuestra sociedad se avergüenza de su Centro y no es para menos. Nadie centró atención en él desde 1980, fue invadido con el permiso de la Alcaldía y posteriormente herido por el terremoto de 1986. Lo más fácil, si de invertir se trata, es evadir semejante situación.
(*) Esta nota es un resumen del artículo “La ciudad avergonzada” escrito por Rafael Tobar y publicado en el extinto blog xpressate.net el 30/12/14.
— Posted on diciembre 30, 2014 at 7:20 pm by Rafael Tobar
— arquitectura, Ciudad, historia, urbanismo