El terremoto que destruyó la modernidad
Hace treinta años, en una mañana del 10 de octubre, diez segundos fueron suficientes para cambiar la fisonomía de San Salvador. En diez segundos se vinieron abajo muchas de las expresiones arquitectónicas representativas de un modernismo «tardista» que reflejó una época de gran protagonismo histórico para el estado salvadoreño.
Habían pasado seis años desde que había iniciado la Guerra Civil y el gobierno destinaba la mayor parte de fondos a los cuerpos militares, la migración del campo a la ciudad era creciente pues San Salvador ofrecía condiciones más seguras de sobrevivir por medio de la venta de productos. Doce años atrás el Palacio Nacional había dejado de ser sede de los poderes del Estado y así, la vocación urbana del suelo era básicamente comercial. Algunos de los modernos edificios de cinco, seis, siete niveles, habían abierto las paredes de sus primeras plantas para instalar escaparates y amplios accesos. En las tiendas de música habían promociones de «cassettes» de Madonna, La Sonora Santanera o Los Tres Ases. Ese era el escenario del terremoto de 1986.
Unas décadas atrás, los 50 para ser exacto, El Salvador tuvo una época de bonanza como producto de los altos precios del café y de importantes políticas públicas en donde el Estado se había convertido en un gran promotor de la modernización. En el ámbito privado se habían instalado nuevas industrias productoras de materiales y sistemas de construcción: SALVANITE en 1948 (Hoy Amanco), CESSA en 1949 (Hoy Holcim) y SOLAIRE (1958) y además, en el ámbito académico la Escuela de Arquitectura de la Universidad de El Salvador (1954) había comenzado a formar arquitectos.
El centro de San Salvador, en la escena de 1986, contaba con el producto arquitectónico de la «modernidad». La intención del Estado era llevar al País a la industrialización y había una creciente conciencia de la importancia de la imagen arquitectónica heredada de principios del siglo XX. Es así como edificios históricos como el Palacio Nacional (1911), el Teatro Nacional (1911), el «Castillo» de la Policía (1936) y decenas de viviendas construidas en adobe y bahareque (Ca. 1920) contrastaban fuertemente con otros como el edificio del ex Banco Salvadoreño (1948), el edificio Regalado (1950), el edificio de La Cafetalera (Ca, 1950), entre otros. Estos últimos gozaban de las bondades de la nueva tecnología del concreto armado que permitía una mayor escala y nuevas formas que se asociaban a la tendencia arquitectónica del momento: el Art Deco y la original Escuela de Chicago. Además se habían introducido el alumbrado público y el sistema de alcantarillado, que cambiaron el estilo de vida capitalino. San Salvador había pasado a otro nivel en términos urbanísticos y arquitectónicos, era toda una ciudad.
La arquitectura moderna a nivel mundial se caracteriza por ser una expresión desprovista de ornamentos, analiza muy racionalmente cada componente de la arquitectura de manera que siempre (o casi siempre) tenga una razón de estar, sea esta funcional o tecnológica. La modernidad salvadoreña es un referente del diseño arquitectónico salvadoreño pues contiene la producción arquitectónica derivada de una filosofía progresista que fue posible gracias a las nuevas tecnologías constructivas y las posibilidades económicas del momento. Sin embargo no existía experimentación ante los fuertes temblores que caracterizan nuestro entorno y por lo tanto se omitieron códigos que ahora se consideran inviolables al idear una edificación. A partir de la década de los 90 la expresión arquitectónica no volvió a ser la misma.
Enlaces externos
- Edificios con bandera roja sin registros actualizados en El Salvador.
- Sin actualizar desde 2001 lista de edificios con bandera roja.
— Posted on octubre 17, 2016 at 11:52 pm by Rafael Tobar
— arquitectura, historia, terremoto
Juan Muñoz
julio 6, 2020 at 9:59 pm
Me pareció un artículo muy interesante. Me entristece mucho ver cómo una ciudad tan bonita en ese entonces fue totalmente destruida por el terremoto del año 86. Se veía una ciudad viva, moderna, con una arquitectura envidiable y ver que solo queda una capital con escombros, incluso más de 30 años después, en realidad me pone triste. La ciudad fue básicamente abandonada después de ese terremoto, no existió ningún plan de reconstrucción y hasta el momento, está olvidada en su desorden y en todos esos edificios que han sido catalogados como inhabitables pero que no fueron demolidos. Aunque ya hay avisos de querer recuperar la capital, los esfuerzos son muy pocos y no hay búsqueda de inversión en el área metropolitana. Tal vez con el corredor y esos proyectos que se vienen pueda de alguna manera empujar el desarrollo del centro histórico. Como parte de un plan de reconstrucción real, demoler esos edificios inhabitables sería el primer paso, para dar lugar a algo nuevo.
Juan Muñoz
julio 6, 2020 at 9:25 pm
Me pareció muy interesante este artículo. En triste como este terremoto vino a destruir a toda la ciudad de San Salvador. Los edificios que existieron eran muy bonitos y dejaba ver una ciudad moderna, pujante y muy distinta a la cual ahora conocemos, la cual es un completo desorden, incluso con las nuevas disposiciones para recuperar el centro histórico. Desafortunadamente, después de este terrible terremoto, la ciudad fue abandonada básicamente. No existió ningún plan de reconstrucción para vitalizar la capital. Es muy probable que también la guerra desvió la atención a esa preocupación y bueno, tenemos más de 30 años sin lograr algo en tema de reconstrucción.
Algo adicional a mencionar es que aún hay muchos edificios que nunca fueron demolidos como el de la cafetalera, el edificio que se encuentra en la misma manzana que la Plaza Comercial Libertad (en dirección del edificio Palo Verde), un edificio que no se cómo se llama pero que está frente a la Plaza 14 de Julio que tiene el mismo diseño arquitectónico que el edificio Dueñas. En fin, nunca fueron demolidos y pues entiendo que puede ser un tema de los propietarios que a pesar de tantos años, esperan obtener beneficios por la compra del terreno.
Susy Castañeda
diciembre 26, 2017 at 3:54 pm
Que interesantes intervenciones que vienen a aclararnos muchas dudas a todos. Y es que realmente en nuestro País carecemos de una normativa para los responsables en el ejercicio de las profesiones de la arquitectura y la ingeniería, el actual decreto ejecutivo que los rige funciona únicamente para identificarlos, es decir no hay forma de poder deducir esas responsabilidades, y a pesar de ello, las leyes del urbanismo y la construcción manejadas en el nivel local o nacional les dan toda esa responsabilidad; así estamos, pocos países que carecemos de legislación.
Editorial ESTUDIO VIDA
diciembre 26, 2017 at 4:22 pm
Muchas gracias por tu aporte Susy. El marco jurídico local tiene muchos vacíos en varias esferas de actuación, uno de ellos el grado de responsabilidad profesional en la industria inmobiliaria.
Anónimo
septiembre 21, 2017 at 2:14 pm
Me gustó el artículo y reseña histórica. ¡Gracias! Leerlo fue un placer y trajo a mi memoria aquellos días. Estaba yo recién graduada de arquitecta cuando golpeó el terremoto del 86. Me inscribí con Casalco (Cámara Salvadoreña de la Construcción) para colaborar con las inspecciones a edificios que seguían en pie pero que se observaban daños y presentaban riesgo. Nos organizaron en pequeños equipos de tres (2 ingenieros civiles y 1 arquitecto) y un formulario a llenar con las fallas estructurales que pudiesen ser observadas. Aún se sentían las sacudidas menores, pero era urgente hacer esas evaluaciones estructurales para determinar en cuáles edificios se podría seguir la vida y cuáles tendrían que ser demolidos.
Expusimos nuestra propia vida para hacer ese trabajo voluntario y lo hicimos con profesionalismo y seriedad, sin embargo, para mi sorpresa, muchos de los edificios que fueron señalados con «serio daño estructural» NO fueron demolidos, sólo fueron reparados superficialmente para hacerlos lucir bien.
Ahora sólo quiero hacer una reflexión: actualmente en El Salvador, hay muchas construcciones con daños estructurales ocultos y son las que definitivamente habrán de caer en el siguiente sismo. ¿De qué sirvió el esfuerzo de la Casalco de aquella época, si las recomendaciones no fueron acatadas? ¿Qué caso tiene tener especialistas si su opinión no será respetada?
Editorial ESTUDIO VIDA
septiembre 21, 2017 at 2:59 pm
Muchas gracias por completarnos nuestra entrada con tu experiencia. Estamos totalmente de acuerdo en tu reflexión y por eso es que estos temas hay que hablarlos y debatirlos en todas las esferas posibles. Sería de gran utilidad poder divulgar abiertamente esas recomendaciones de manera que nuestros usuarios de las edificaciones sepan en qué situación nos encontramos. Si quieres ayudar con esto puedes escribirnos a contacto@estudiovida.com
Ricardo Ayala K.
septiembre 21, 2017 at 1:13 am
El edificio con la cafetería y discoteca de Peter Thomas (El Cisne) estaba al sureste de la Fuente Luminosa; la Agencia del Banco Agrícola está al suroeste, 25 Avenida Sur por medio. LEAN ESTO POR FAVOR: El edificio Rubén Darío era de La Constancia desde 1961 y el sismo del 03MAY65 lo dañó seriamente. Fue vendido a la familia Hasbún (del almacén Pacífico) en el supuesto de usar el terreno, pues el edificio estaba fracturado y declarado inhabitable. Pero los señores Hasbún lo maquillaron, tapizaron las paredes rotas, rellenaron las fracturas de columnas y vigas con argamasa, lo pintaron y lo alquilaron por habitaciones a un precio medio. Yo no sabía todo eso e instalé ahí mi oficina de ingeniería en 1974. En el sismo de OCT86 el edificio colapsó en los primeros dos segundos y ahí perdieron la vida 515 personas inocentes, víctimas del afán del lucro económico. Yo estuve ahí atrapado por casi 6 horas y me tocó dirigir mi propio rescate con un voluntario que me ayudó. La pregunta de fondo es: ¿dónde están ahora las autoridades que autorizaron el uso del edificio fracturado para rentarlo para oficinas, con sólo haberlo maquillado? Valdría la pena investigar el caso aunque sea solo como referencia.
Editorial ESTUDIO VIDA
septiembre 21, 2017 at 3:13 pm
Ricardo, muchas gracias por completarnos nuestra entrada con tu experiencia. Estamos totalmente de acuerdo con tu crítica y de acuerdo a otro comentario que dejaron acá anonimamente, existe un informe de Casalco en donde se registran las edificaciones con daños del terremoto de 1986 y se recomienda hacer reparaciones pero tal parece que la historia del Edificio Darío se vuelve a repetir. Tu caso es emblemático y así como se debería investigar lo ocurrido también podríamos evitar una tragedia futura si pudieramos divulgar ese informe. Que bueno que no formas parte de esas 515 vidas.
Esmeralda
septiembre 13, 2017 at 5:07 pm
Muy buena información, ¡gracias! Este terremoto fue tan funesto, nos cambió la vida en San Salvador a todos, la ciudad se vino a menos. Yo añoro esos tiempos y tengo en mi corazón el edificio de Peete’s con su Cisne.
Editorial ESTUDIO VIDA
septiembre 13, 2017 at 8:47 pm
Este terremoto fue devastador Esmeralda y lamentablemente nuestra poca resiliencia no permite que superemos los embates que la propia naturaleza nos pone. El edificio del Peete’s al que te refieres es justamente el que aparece en la imagen destacada de esta entrada y es impresionante cómo todo el primer nivel, donde se ubicaba esa cafetería, quedó completamente destruido; lo que sin duda volvió necesario demolerlo totalmente. En la actualidad se ubica una de las sucursales de Banco Agrícola. Gracias por comentarnos 🙂
Carlos Salomon
octubre 19, 2016 at 7:28 pm
Excelente reportaje y reseña historica, mis felicitaciones……